19.6.12

Crónica de un poliladrón literario

Ayer terminó BAN! Buenos Aires Negra, el primer Festival de Literatura Policial de Buenos Aires. Ex delincuentes, policías y escritores reflexionaron sobre un género de culto



El comisario nos mira pero en realidad no quiere mirar nada que no sea su perplejidad. La Garza Sosa baja las escaleras del Centro San Martín después de haber recibido enecientos aplausos. El comisario sabe que no recibirá ni la mitad. Hay algo en el delincuente largo, listo, que cita a Melville y recuerda a la ballena blanca, algo que nos excita. Y el comisario, que lo sabe, murmura: “no sé no sé, a mí todo esto me parece raro, una apología del delito, o así”.
Ernesto Mallo, capo de la banda del BAN!, Buenos Aires Negra, que es tan listo o más que la Garza redimida, acaba de cerrar su entrevista llevando de la mano al transgresor hasta que ha contado eso de que no se arrepiente de nada y que si se retiró es porque tiene un hijo con síndrome de down, “y todo lo que me queda de vida la dedicaré a él, mi amor”.
Anda a explicarle a un comisario bonaerense que el no arrepentido y el tal Daniel Rojo, un tipo que admite haber atracado unos 500 bancos cuando se inyectaba 10 gramos de cocaína en vena diarios, que esos dos son las estrellas del festival de novela negra.
Señor comisario, los escritores que se adscriben a ese género que usted identifica con Humphrey Bogart admitimos ese morbo que los demás comparten y no practican: el morbo por el crimen.
Qué se le va a hacer. No sabemos contestar al amable camarero que pasmado pregunta ante Alejandro Gallo: “¿Dicen que es jefe de policía y novelista?”. Raúl Argemí le responde: “Y rojo, defensor de las luchas mineras y la guerrilla antifranquista”. Detrás de la barra el argentino abre la boca: “Eso aquí es imposible”. Argemí le responde: “Y en España también”. Ay, señor comisario, cuántos matices, ¿no?
Van algunos de los delincuentes de pensamiento, palabra u omisión: Juan Sasturáin, Carlos Sampayo, Fernando Ampuero, Claudia Piñeiro, Leonardo Oyola, Luisa Valenzuela, Guillermo Orsi, Kike Ferrari, Argemí, Elsa Osorio, Juan Madrid, Bernardo BEF Fernández, Miguel Ángel Molfino, Mempo Giardinelli o Guillermo Martínez.
Ellos y muchos otros, señor comisario, han ido desfilando en diálogos y ponencias para, en el fondo, disimular que lo que querrían es pasarse al otro lado, ser los forajidos. Tachán. “¿Todos aquí son de los muertos?”, pregunta una asistente coronada de canas antes de entrar a una mesa donde van a despacharse tres forenses. “No todos”, le contesta uno de los técnicos del San Martín, “unos son muertos y otros, asesinos”.
Exactamente de eso se trataba, de convocar a un centenar de escritores, periodistas, ¿ex? delincuentes, policías y demás participantes en el juego de la muerte hecha ficción para ser de los muertos o de los que matan. Y el experimento resultó un proteico batiburrillo de autores notables con pequeñas dosis de personajes.
Lo que pasa es que si a uno le dan a elegir entre un novelista, un plumilla, un cana o dos forajidos de fines del XX, señor comisario, entienda que nuestra mitomanía todavía permanece agarrada a la estela de Bairoletto.

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